La mañana del 18 de febrero de 1848, dos hombres y una mujer asistían una ejecución pública en la plaza de la
Puerta del Hal,
en Bruselas. El trío llevaría a cabo un innovador estudio científico,
previamente acordado con las autoridades del penal. Se les permitiría
subir a la tarima y estar junto a la guillotina, justo en el lugar
donde caerían las cabezas cercenadas de dos criminales condenados a
muerte. Uno de los hombres era
Antoine Wiertz, un reconocido pintor y retratista de la época, el otro era su amigo, el
"Monsieur D",
un famoso hipnotista, y junto a ellos también estaba una testigo que
tomaría nota de lo que ocurriese. El propósito de Wiertz aquella mañana,
era llevar a cabo un experimento único y extraordinario: demostrar que
las cabezas decapitadas "seguían con vida y pensaban".
Antoine Wiertz El
plan de Wiertz era penetrar mediante hipnosis en los pensamientos del
asesino, identificarse con el condenado y asumir su total identidad
para tratar de describir en voz alta lo que se sentía. Antes de
hipnotizarlo, el experto le sugirió
que tome nota especial de las condiciones ambientales durante la
decapitación, para que cuando la cabeza caiga en la canasta, él pudiera
estar compenetrado con el cerebro del criminal. Y, por increíble que
parezca, el plan pareció funcionar desde el inicio, porque tan pronto
llegó la carreta que traía a los condenados a muerte, Wiertz entró en
pánico. No fue hasta que los asesinos subieron al patíbulo, que Wiertz
se recuperó lo suficiente como para "pedir al hipnotizador que lo ponga
en trance profundo."
A
medida que se acercaba el momento fatal, era evidente que el pintor
estaba compenetrado con el ambiente, y se lo veía estresado, muy
identificado con la extrema situación de su personaje. Wiertz entró en
trance casi de inmediato, manifestando un nivel de angustia tan extremo,
que algnos testigos que sabían del experimento pidieron deshipnotizarlo
porque su sentimiento de opresión era insoportable. Sin embargo era
demasiado tarde, ya la cuchilla había caído...
Puerta del Hal en la actualidad
La
Puerta del Hal de Bruselas, fue una vez que parte de la muralla de la
ciudad, luego se convirtió en una prisión, y en su plaza se llevaban a
cabo las ejecuciones. Era aquí donde el pintor Antoine Wiertz llevaría a
cabo su inusual experimento en 1848. Vamos a volver con Wiertz y su
experimento luego de un momento, pero primero quiero mostrarles los
curiosos antecedentes de la popularmente
macabra guillotina.
El aparato en sí toma su nombre, no de su inventor, sino de un médico que llegó a ser uno de los
Diez Diputados de París que tuvo la Asamblea Constituyente en plena Revolución Francesa. Este médico era
Joseph Ignace Guillotin
quien presentó una Reforma Médica a todo nivel, pero el 10 de octubre
de 1789, durante un debate sobre la pena de muerte, él fue quien
propuso: "el criminal será decapitado y esto se llevará a cabo mediante
un mecanismo simple". El
mecanismo simple fue definido como "una máquina que decapite sin dolor". Su propuesta apareció al día siguiente en todos los periódicos.
Hasta
esa época, la decapitación en Francia se llevaba a cabo normalmente
mediante un hacha o una espada, y la muerte no siempre era inmediata.
Además, la decapitación estaba reservada sólo para la nobleza, mientras
que a los plebeyos por lo general se los ahorcaba, y de acuerdo al
delito, hasta se los condenaba a la
temible rueda.
La famosa "rueda"
El
Dr. Guillotin, en su "lógica revolucionaria" razonaba que, para que
haya justicia en el sistema, debía establecerse la decapitación por
medios mecánicos como único método para la pena capital, y que "sólo así
el pueblo se sentiría más agradecido por sus derechos".
En 1791 la Asamblea Nacional
adoptó a la guillotina
como único método de ejecución en Francia, más que nada por la crencia
de que era un método más humano y que evitaba el sufrimiento. Sin
embargo, todas esas creencias quedaron en duda cuando
Samuel von Sömmerring, el más reconocido anatomista alemán de la época, dijo en 1794 que
“la decapitación sólo se encontraba en países que se distinguían por la estupidez y la brutalidad de sus leyes”.
También decía que la cabeza separada del cuerpo, mantenía durante
algunos segundos -nunca dijo cuántos- la sensibilidad y pensamiento.
El tema también fue considerado en un folleto francés de 1796,
Anecdotes sur les Décapités, y también por el inglés
John Wilson Croker en su
Historia de la guillotina
(1853). Los médicos, en su mayor parte, insistían en que el choque de
la cuchilla debía causar inconsciencia inmediata y que la pérdida del
suministro de sangre al cerebro producía la muerte pocos segundos más
tarde. De hecho, una máxima de los cardiólogos dice que cuando un
corazón se detiene, el cerebro puede conservar la conciencia por no más
de cuatro segundos si la persona está de pie, ocho si está sentado, y 12
si está acostado. Esto implica que cualquier movimiento que pueda
detectarse en los ojos o en los labios "no son más que espasmos
involuntarios, y que la cabeza cortada no siente nada".
Era ya una obsesión francesa. Óleo de 1818 por André Géricault: "Cabezas cortadas"
Sin
embargo, en los años subsiguientes se realizaron algunos experimentos y
se obtuvieron pequeñas -aunque francamente dudosas- evidencias que
sugerían que -en algunos casos al menos- la cabeza cortada se mantenía
durante un pequeño lapso de tiempo, consciente y al tanto de lo que le
estaba sucediendo.
Y, si bien la intención del Dr. Guillotin fue
proporcionar una alternativa más humana a los procesos lentos y
dolorosos de ejecuciones por medio de una soga o con un hacha, la
situación es que la guillotina se convirtió en víctima de su propio
éxito. El proceso era tan rápido y limpio, que a la gente le era difícil
creer que la vida podía ser arrebatada tan rápidamente. Es que se
habían acostumbrado a ver largas luchas de hombres colgados en la
horca.
En el siglo XIX,
empezaron a correr con fuerza estos rumores -sin fundamentos-, de que
las cabezas mantenían la conciencia, y aún hoy en día, no es difícil
encontrar versiones de las mismas historias en sitios de baja reputación
de Internet. Por ejemplo, abundan dos leyendas de las víctimas más
notables de la guillotina:
- Se dice que
Antoine Lavoisier,
el padre de la química moderna, quien fue decapitado durante la
Revolución Francesa, poco antes se habría puesto de acuerdo con un
asistente al que iba a parpadear tantas veces como pudiera después de su
ejecución en 1794. Luego el asistente habría dicho que contó 15 o 20
parpadeos, a razón de uno por segundo.
- También se especula que cuando el verdugo
levantó la cabeza guillotinada de
Charlotte Corday (quien fuera condenada por haber apuñalado al político
Jean-Paul Marat en su bañera), y le dio una bofetada en la mejilla, la cabeza, "se dice" -
en presencia de un tal Dr. Sue -, se sonrojó y mostró "inequívocos gestos de indignación". Lastimosamente, ninguna de estas historias
se basa en fuentes sólidas de la época.
Representación gráfica de la ejecución de Charlotte Corday
A
pesar de que siempre se mostró interés sobre el tema, sigue siendo
igual de difícil encontrar fuentes confiables para varios casos del
siglo XIX e inicios del siglo XX, casos en los que se comenta que
algunos médicos hicieron experimentos espantosamente sugerentes para
dar respuesta a este misterio. Los detalles de varios experimentos de
este tipo, se los puede encontrar en literatura secundaria, por ejemplo
en el popular libro estadounidense de contracultura
An Underground Education,
donde se mencionan las pruebas que supuestamente hicieron con la cabeza
de "un violador necrófilo llamado Prunier", o la historia de un médico
sin nombre que tomó una cabeza recién decapitada y le bombeó la sangre
de un perro que mantenía en vivisección.
La
mayoría de historiadores y estudiosos de la Revolución Francesa
sugieren que estas historias sólo muestran de lo que es capaz "la
imaginación y el morbo popular". Sin embargo, algunas investigaciones
han revelado que efectivamente, entre 1879 y 1905 si se llevaron a cabo
en Francia al menos tres experimentos con cabezas cortadas, aunque
ninguno arrojó los resultados esperados.
• El 13 de noviembre de 1879, los doctores
E. y Descaisne G.
(padre e hijo), fueron testigos de la ejecución de Théotime Prunier,
acusado de la violación y asesinato de una anciana en Beauvais. Un
informe publicado en la revista British Medical Journal
, con fecha 13 de diciembre 1879, señala que a los médicos se les dio
acceso inmediato a la cabeza del asesino para "ciertos experimentos", y
concluyeron: "Hemos comprobado, en la medida de lo que es humanamente
posible hacerlo, que la cabeza del criminal en cuestión parecía carecer
del sentido del tacto, que sus ojos denotaban no tener visión, y de
hecho, la cabeza se encontraba totalmente inerte a cualquier estímulo".
La
Gaceta Médicale de París, también publicó un artículo completo sobre algunas de las pruebas a las que los médicos sometieron a la cabeza:
"Desde
gritarle su nombre al oído, apretarle las mejillas, introducirle un
pincel empapado con amoníaco en la nariz, pincharle la cara con agujas y
hasta acercarle una vela encendida al globo ocular."Como
todos los testimonios y registros sensatos que han quedado, concuerdan y
hacen hincapié en que estos experimentos se realizaron apenas momentos
después de la decapitación, la falta total de respuesta debería ser
considerada como una prueba irrefutable de que la decapitación causaba
inconsciencia y una muerte instantánea. Pero, bastó con que el
British Medical Journal
reportara que los médicos se hicieron cargo de la cabeza “cinco minutos
después de la ejecución”, para que los defensores de la idea de que
una cabeza se mantiene viva durante un breve lapso -entre15 y 20''- se
aferraran más a su teoría.
•
Un año más tarde, en septiembre de 1880, un tal doctor Dassy de
Lignères, lleva a cabo algunos experimentos con la cabeza de un violador
llamado
Louis Menesclou.
Menesclou era un "hombre de inteligencia limitada, que era la culpable
de su perversión sexual" - como lo sugiere el hecho de que luego de
descuartizar a su víctima; algunos trozos del cadáver, fueron
encontrados en sus bolsillos, según lo relata
esta pubicación de Medicina Legal.
En este caso se especula que el Dr. Lignères obtuvo la cabeza tres
horas después de la ejecución, y que luego afirmó haber logrado conectar
las venas y arterias principales al torrente sanguíneo de un perro
vivo. Veintisiete años más tarde,
cuando el médico fue entrevistado por el diario francés "Le Matin"
(3 de marzo de 1907), afirmó que el color le volvió a la cara casi de
inmediato, y que sus labios se hincharon. Lo realmente increíble –por
absurdo-, era el relato de Lignères de que "cuando realizaba la
transfusión, de repente y por un período de dos segundos, los labios
tartamudearon en silencio, los párpados temblaron y toda la cara
despertó con una expresión de sorpresa, de asombro".
Aquí es obvio que se trató de una mentira sensacionalista para aumentar las ventas del periódico.• Por último, el 30 de junio de 1905, el Dr. Gabriel Beaurieux obtuvo el permiso para asistir a la
decapitación de Henri Languille,
un bandido que había aterrorizado el trayecto entre París y Orléans
durante varios años. Su informe afirmaba que Languille mantuvo algún
tipo de conciencia durante unos 30 segundos luego de su ejecución:
"La cabeza cayó sobre la superficie cortada del cuello y por lo tanto, no hubo necesidad de tomarla entre mis manos,
ya que quedó en posición vertical. A continuación, lo que pude observar
inmediatamente después de la decapitación: los párpados y labios se
movieron en contracciones rítmicas e irregulares durante unos cinco o
seis segundos. Este fenómeno también fue observado por quienes se
encontraban a mi lado en ese momento..."
"Los
espasmos cesaron. El rostro quedó relajado, los párpados cerrados a
medias dejaban ver sólo la parte blanca del tejido conjuntivo,
exactamente como vemos los cadáveres todos los días en el ejercicio de
nuestra profesión, cuando alguien acababa de morir. Fue entonces cuando
lo llamé por su nombre, con voz fuerte y aguda: ¡Languille! Vi
entonces los párpados abrirse lentamente y no eran contracciones
espasmódicas - insisto en este detalle -, era un movimiento natural,
como cuando una persona despierta".
"Los
ojos de Languille definitivamente se fijaron en los míos y sus pupilas
se centraron. Sin lugar a dudas esos ojos me miraban. Después de varios
segundos, los párpados se cerraron, despacio y de manera uniforme, y la
cabeza tomó el mismo aspecto que tenía antes de que le llamara por su
nombre. En ese momento volví a llamarlo, y una vez más, sin ningún tipo
de espasmo, lentamente, levantó los párpados y sus ojos nuevamente se
posaron en los míos, con una penetración tal vez mayor que la primera
vez. Nuevamente se cerraron los párpados pero ahora no completamente.
Intenté una tercera llamada, pero ya no obtuve respuesta y sus ojos
adquirieron esa mirada vidriosa que tienen los muertos".
"Yo solo acabo de contar lo que con rigurosa exactitud pude observar. Todo esto debió haber durado unos 25 o 30 segundos". [Texto original]Ejecución de Languille (falsa)
Ejecución de Languille (real)
En ésta pagina
especializada en guillotinas y decapitaciones, se presentan al menos
dos razones para dudar de esta última historia. En primer lugar, la
foto superior de la ejecución de Languille que ha sido ampliamente
difundida,
hasta se encuentra en Wikipedia,
y que muestra al condenado junto a la guillotina, sería un fake, una
mala falsificación con figuras pintadas como se demostró haciendo un
examen de la trasposición con la original de abajo, y en segundo lugar,
en ningún periódico o medio escrito de la época
se menciona la presencia del tal doctor Beaurieux. Además sus
anotaciones no concuerdan con las fotografías reales tomadas aquel día,
no muestran la superficie horizontal sobre la que supuestamente caería
la cabeza antes de entrar al cubo. De haberse llevado a cabo el
experimento, el médico habría tenido que sacar la cabeza del cubo con
las manos.
Con estos tres
ejemplos –reales o no- en la mente, volvamos a la Puerta del Hal en
Bruselas, a esa mañana de febrero de 1848. (Por favor tomen en cuenta
que el experimento de Antoine Wiertz, que voy a relatarles, es anterior a los tres de los experimentos antes mencionados).
Según
el biógrafo de Wiertz, el individuo al que iban a estudiar, era un
criminal llamado François Rosseel, que -con un cómplice- irrumpió en el
apartamento de la dueña de la casa donde vivía. Durante el robo también
había matado a martillazos a las dos sirvientas de la casa
solamente para robar unos pocos francos y unas botellas de vino.
Este crimen horrorizó a toda Bélgica, y Wiertz, se interesó en la
abundante y seguida cobertura que le dieron los periódicos al juicio.
Representación del asesinato de Rosseel en 1847
Ya en la ejecución,
la cabeza de Rosseel rodó dentro de un costal.
Wiertz ya se hallaba en trance hipnótico, y confirmó al hipnotizador
que ya se encontraba dentro de aquel cerebro moribundo. La descripción
que sigue es textualmente lo que el propio artista escribió y que luego
le serviría para inspirarse en un
tríptico que pintó graficando esta experiencia. Realmente ese era el motivo para someterse a algo tan traumático.
La
descripción de lo que Wiertz describe bajo hipnosis es bastante densa y
larga, la mayor parte en primera persona. Aquí está el texto un poco
abreviado:
Monsieur
D me tomó de la mano...me llevó ante la cabeza y me preguntó:' “¿Qué
sientes? ¿Qué ves?” La agitación me impidió responderle ese momento.
Solo luego de llorar horrorizado, pude responder: "¡Es terrible! ¡La
cabeza piensa!... era como estar dentro de una pesadilla. La cabeza de
este hombre, aún cercenada, sufría. Y vi lo que ella veía, comprendí lo
que pensaba y sentí lo que sufría. ¿Qué tiempo duró? Tres minutos me
dijeron, pero para ese hombre ejecutado fueron como 300 años." El
lenguaje humano no puede expresar lo que sufre un hombre ejecutado de
esta forma. Me limitaré a repetir aquí lo que contesté a las preguntas
que me hicieron durante el tiempo que me sentí identificado, dentro de
la cabeza cortada.
Primer minuto:
Sobre la tarimaUn
zumbido horrible...es el sonido de la cuchilla cayendo. La víctima cree
que ha sido alcanzada por un rayo, no por la guillotina.
Sorprendentemente, la cabeza la cabeza ya cayó y sin embargo, ella
todavía cree que está arriba, todavía siente que es parte del cuerpo.
Todavía espera ser golpeada por la cuchilla. ¡Una asfixia terrible! No
puede respirar. La asfixia es horrible. Es como un manto sobrenatural
aplastando con el peso de una montaña la cabeza y el cuello...Una nube
de fuego pasa ante sus ojos. Es roja y brillante.
Segundo minuto:
Debajo de la tarimaAhora
el hombre ejecutado cree que se está estirando, enderezando, como
queriendo acercar sus -ya inexistentes- manos hacia la cabeza. Es el
mismo instinto que nos impulsa a apretar una herida abierta con la mano.
Y se produce la intención, la intención terrible de tomar la cabeza y
colocarla en el cuello, sobre el tronco, como para preservar un poco de
sangre, un poco de vida.
El delirio se acrecienta. Empieza a imaginar
y a sentir que su cabeza está en llamas y que gira vertiginosamente,
que el universo colapsa con él adentro, que un líquido fosforescente se
arremolina a su alrededor y se funde con su cráneo...después de un
rato, la cabeza se está hundiendo en las profundidades de la eternidad.
Fue
entonces cuando empecé a ver una infinidad de imágenes, cada una más
terrible que otra...la cabeza guillotinada ve su ataúd, ve su tronco y
extremidades colapsadas, listo para ser metido en una caja de madera
donde miles de gusanos no tardarán en devorarlo. Cuando los médicos
exploran el tejido de su cuello con la punta de un bisturí, cada
pinchazo es una bocanada de fuego.
El cerebro está exhausto..., siente que el cerebro continúa hundiéndose, siente punzadas agudas...
Tercer minuto:
En la eternidadTodavía
no está muerto. La cabeza todavía sufre y piensa. Sufre en el fuego que
arde, sufre la daga que lo desmembró, el veneno que le produjo
contracciones, sufre en sus extremidades, como si sintiera a través de
ellas, sufren sus vísceras porque son arrancadas, sufre en su carne que
es atacada y pisoteada. Sufren sus huesos que están siendo cocinados a
fuego lento. Todo este sufrimiento junto, todavía no puede dar una idea
de lo que este hombre ejecutado está pasando. Y justo aquí le llega un
pensamiento que le aterroriza: ¿Aún estando muerto deberá sufrir de esta
forma a partir de hoy? ¿Será para toda la eternidad?...No, ese
sufrimiento no puede durar para siempre, Dios es misericordioso. Todo lo
que pertenece a la tierra se está desvaneciendo. Se ve a lo lejos una
pequeña luz que brilla como un diamante. Ahora siente una calma que lo
absorbe, es como un buen sueño! Siente desvanecer su existencia humana y
de a poco siente que se funde con la noche. Ahora es sólo una tenue
niebla, pero incluso ésta se desvanece, se disipa y desaparece. Todo se
vuelve negro...el hombre ha muerto decapitado...
[Fuente: pags 633, 634]
Es
difícil interpretar o manejar una "evidencia" tan extraña como la de
Wiertz. De hecho, de ser cierta, personalmente no creo se trate de una
evidencia sino sólo de una experiencia. Y si esta experiencia en verdad
tuvo lugar, aún sigue siendo incierto cuánto de ella y con qué
prolijidad fue transcrita. Y otra cosa, el artista si llegó a pintar su
extraña obra de tres partes llamada: "Last Thoughts and Visions of a Decapitated Head",
pero lo hizo cinco años más tarde, por lo que tuvo tiempo de sobra para
pensar en los acontecimientos de 1848. Como sabemos, con el tiempo los
recuerdos se distorsionan y hasta se magnifican, lo que los convierte en
poco fiables.
"Last Thoughts and Visions of a Decapitated Head" by Antoine Wiertz
Las tres partes de "Last Thoughts and Visions of a Decapitated Head" sobreviven
hasta ahora, pero en un estado muy deteriorado porque fueron pintadas
en un estilo experimental que no se ha conservado bien con el paso de
los años. Observando el tríptico de cerca y empezando por la izquierda,
se puede apreciar claramente que corresponde a la descripción que
hiciera Wiertz en el patíbulo de Bruselas. En el panel del centro puede
verse la cabeza cortada de Rosseel en la esquina inferior derecha, y, en
la tercera parte del tríptico sólo podemos imaginar al asesino en la
eternidad.
A pesar de que
las impresiones de Wiertz son tan vívidas y melodramáticas, lo más
probable es que todo haya sido fruto de su morbosa imaginación. Por algo
fue un pintor cuya obra escandalizó siempre a sus contemporáneos, y de
hecho, hoy en día el
Museo Wiertz, en Bruselas, donde fuera su antiguo estudio, es prácticamente desconocido.
Realizando
un breve vistazo de sus obras podemos darnos cuenta que el artista siempre tuvo una aguda obsesión con la muerte.
"El suicidio" by Antoine Wiertz
"The Premature Burial" by Antoine Wiertz
Al
final de cuentas, el bizarro experimento no le rindió los frutos que
Wiertz esperaba porque el tríptico no se vendió, y ahora que lo pienso,
ese debió haber sido el plan original y para eso todo ese montaje
místico-estrafalario. Y aunque murió pobre y con el tiempo hasta fue olvidado como pintor, hay al menos una
muy curiosa ironía hacia el final de su carrera.
Algunos años antes de su muerte, mientras gozaba todavía de cierto
prestigio, Antoine Wiertz le escribió al gobierno belga y les propuso
intercambiar 220 de sus más grandes y llamativas pinturas por "un
estudio grande, cómodo y bien iluminado", que fuese financiado por el
Estado. Sorprendentemente, aunque el Ministro del Interior estuvo de
acuerdo con la idea, el gobierno se negó porque Wiertz quería un local
lujoso en el centro de la ciudad.
A cambio le ofrecieron al pintor un local en un barrio barato, triste y alejado, el cual aceptó a regañadientes y
predijo de forma irónica que "el sitio algún día se podría convertir en el centro de una población inmensa y rica".
Pudo
haber sido un pintor mediocre, un magufo mal asesorado, y hasta un
fanático de las pseudociencias, pero Antoine Wiertz acertó en su
profecía. Hoy en día, el escasamente visitado
Museo Wiertz está a no más de 20 metros del centro político de Europa, junto a las relucientes torres del
Parlamento Europeo.
Museo Wiertz
El Parlamento Europeo se encuentra orgullosamente en la calle Wiertz
Fuentes y referencias:
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6,
7,
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